domingo, 7 de diciembre de 2008

Puerta de entrada


Mi nombre es Afhit Hernández Villalba y nací el 28 de septiembre de 1980. Soy de Tlaquiltenango, Morelos, pero vivo en Cuernavaca desde hace ya mucho tiempo. Estudié Humanidades en la UAEM e hice la especialidad en Letras Hispanoamericanas, junto a Félix Vergara, Daniel Zetina y Elizabeth Nazario, otros buenos escritores de por aquí.
Mi tesis de licenciatura la realicé sobre la obra poética de Tomás Segovia. Quizá esa es una de mis influencias primeras. Ésa y ese puñado de poetas a los que siempre nos acercamos en los albores: Neruda, Lorca, Machado, Jiménez, Sabines. También leía a Whitman, Rimbaud, Baudelaire, los contemporáneos. Pero creo que la primera influencia real que viví fue en la tesis de Maestría, pues la realicé sobre Luis Cernuda. Eso significaba una verdadera insensatez, pues se ha escrito tanto sobre él, que me arriesgaba a no decir nada nuevo. Pero me dediqué a su primer periodo. El que está dentro del surrealismo. Nadie como él pudo crear un libro tan ligado a la vida. La realidad y el deseo, dice Paz, es una “biografía espiritual”. Y es un libro único, quiero decir, un solo libro. Siempre he creído que igual que él, estoy condenado a escribir un solo libro de toda mi vida. "Un lento viaje hacia la luz", como dijo Sicilia.
Creo que siempre hay una familia que nos pertenece aunque mueran antes que nosotros. Octavio Paz le llamó la familia espiritual. La mía sin duda es clásica. Un poco olvidada, también, pero presente siempre. Yo aún no supero a los románticos, a Safo, Homero, Virgilio, los tragedistas.En parte porque creo que no se pueden superar. Un amigo muy querido y al que le auguro mucho futuro en la poesía me presentó a Apronenia Avitia y he leído asiduamente a Apuleyo, Plauto, Ovidio, Anacreonte, Píndaro, Simónides. A la breve novela de Longo sencillamente la amo. Amo a Cátulo y sus delicados poemas a Juventino. Últimamente, los poetas contemporáneos están muy preocupados por lo que se está produciendo en el país. Lo que escribió tal, lo que editó tal, quién ganó el premio tal. Creo que eso está muy bien porque legitima lo profesional de ser poeta. Sin embargo a mí nunca me atrajo.
Lo que verdaderamente me atrajo es lo que ya no está aquí sino en sombra y viene a nosotros como la noche. Y es como ese libro que encontramos en el estante sin buscarlo. Esas sombras a veces tienen, para mí, más carne que la carne de los días que corren. He leído mucho a Ib Arabi, a Kabir, a Rumi, a Tukaram, y el poema de Mussag-ag-Amastan me es muy grato y lo leo recurrentemente. He ahí mis influencias más vitales, creo.
Hubo, sin embargo en mi vida una serie de sucesos que cambiaron el rumbo de mi poesía. Uno sin duda fue el amor no correspondido y todo el dolor que arrastré insidiosamente años y años. Pero me di cuenta, un poco tarde quizá, que eso era justamente lo que tenía que vivir para adelantarme a mis vicios. No sé qué busco exactamente pero busco. Y ésa es la segunda gran convicción en mi vida, la búsqueda. Sé que hay un estado más allá y eso es lo que quiero. No me preocupo mucho tampoco por eso porque también tardé mucho en darme cuenta de que si llegará, llegará solo. Precisamente eso me llevó a la decisión del tema de Doctorado, pues he decidido trabajar poetas místicos mexicanos.
En la licenciatura conocí a Javier Sicilia, y su obra mística es un verdadero asidero para mí. En la maestría conocí a la poeta mexicana Elsa Cross. Ella fue mi piedra de toque en el misticismo. Recuerdo que una vez llevaba tímidamente mis poemas para que los leyera y antes de que yo le pudiera decir nada, se acercó a mí y me dijo con su voz pausada. “Afhit, ¿tú escribes, verdad?” Entonces leyó mis escritos. Eran poemas rabiosos y lacerantes. Fue ella quién me dijo “a otra cosa, mariposa”, y me regañó mucho. He leído toda su obra y me ha orientado en esta vía. A ella va mi amor siempre.
Otro amigo me dijo que la imito. Y es cierto pero en parte. Ella, igual que yo, es muy clásica. En dado caso, ambos imitamos a toda la lista de poetas antiguos o llamados clásicos, creo. Al fin y al cabo, no puedo despegarme de lo que soy o de lo que pertenezco. Entre todo creo que no carezco de voz o de presencia poética. Algo he dicho, algo me falta por decir, también.
Y sobre eso escribo. He vivido muchas cosas gratas e ingratas, pero siento que me falta mucho. Lo sé porque la vida me lo ha dicho en breves y luminosos instantes. No puedo explicarlo, pero así es. He tenido sueños donde me inunda un océano de luz que me llena el corazón de amor purísimo. Y creo que experiencias de esa naturaleza es la poesía. Todos debemos vivirlas en ciertos momentos, creo; esa conciencia eterna nos llegará tarde o temprano a todos los hombres. La religión tendría que servir para eso, pero a veces pienso que más bien obstaculiza la experiencia personal y creo que unas de las instituciones que más daño le han hecho a la humanidad es la Iglesia. Por eso unos hallan dicha experiencia en el arte, otros en las drogas, otros más en el erotismo. Todas estas vías son correctas, a pesar de sus respectivas consecuencias. Conocer a Dios o al Cosmos entero (o al Logos, a Brahma, o cómo sea que le nombremos) en un solo instante es lo único que yo pudiera compartir con la gente que valiera la pena. No tengo grandes riquezas. Trato de ser humilde y de no estorbarle a nadie. Es lo único que creo que debo darle a los demás.
Y sin embargo me falta mucho por recorrer. Ahora que lo escribo, veo que eso tampoco me mantiene muy preocupado. Como ya dije, si llegará, llegará solo y en su momento. Me preguntan que qué creo que es la poesía y qué creo que se está escribiendo ahora. Yo creo que ahora se está escribiendo lo mismo que siempre se ha escrito. Que seguimos preocupándonos por lo mismo de siempre. No creo que nadie sea capaz de decir nada nuevo, o de forma plenamente novedosa. Las vanguardias ya casi cumplen 100 años y los poetas siguen experimentando con lo que les señaló el surrealismo o el ultraísmo, por ejemplo. Creo que eso está muy bien. También está muy bien aquéllos que experimentan con las formas clásicas pues la poesía es capaz de abarcarlo todo. De decirlo todo de todas las maneras posibles.
Justo ahora que escribía “posible” tuve un lapsus y escribí “poesible”. Creo que tiene mucho sentido también. El mundo entero, toda la vida, todo lo que ya pasó y lo que nos espera por vivir. La muerte, el silencio, el amor. La levedad y la gravedad. El lecho tibio de los amantes. El beso y la puñalada. La más pequeña de las hojas de hierba o el cielo entero. Todo es, no sólo posible, sino “poesible” también.

Afhit Hernández.
Verano 2008.

2 comentarios:

Fíriel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Afhit Hernández dijo...

No. No tienes que leer nada. Creo que son autores que se llevan en la sangre. O algo así. Y cuando gustes, para mí es un verdadero placer. Muchas gracias. Por escribir ;)