viernes, 31 de julio de 2009


Y yo, que ya he dicho tantas cosas,
que he callado otras tantas,
que te he dicho lo que no he debido,
hoy me calcino con una piedra el pecho.

He dicho lo que ya no necesita repetirse:
Palimsestos, emulaciones, alusiones escondidas,
y sin encuentrar la palabra nunca.
O ¿será que no existe?

Y sin embargo se lo digo al mundo
porque no puede ser de otra manera
porque he nacido para eso,
y es lo poco que puedo dar ante la noche.

Pero, no me hagas mucho caso.
No me creas todo.
Los poetas mienten por oficio.

Mentira es que deseo tu muerte,
que persigo los deseos perdidos,
que no pretendo nada;
mentira, que me estoy vaciando por dentro
nunca he estado más lleno de mí mismo.
Y he comprendido pequeñas verdades
a pesar de las mentiras,
y ha sido como capturar luciérnagas
con las manos hechas hueco.

Créeme una cosa,
sin embargo:
nada me importa lo que digan,
pues, yo no persigo la Verdad, sino la Belleza.

jueves, 16 de julio de 2009


Querida, Karla:
Hoy, mientras comíamos me dijiste:
“leí tus poemas”.

“Uno debe advertir al otro lo que sabe” dijiste.
Luego me hablaste de un libro recién leído,
¿te acuerdas?

Me hablaste de él y de sus hechos
como quien cuenta de un amante o de un maestro.
“Te enseña la vida”, me dijiste.

“Siempre se hace tarde para las cosas buenas”
“Te advierte que el amor, Afhit,
es irse,
pero no debemos dejar que nos arrastre”.

Yo no podía decirte nada.
En ese momento no era nadie.
No tengo derecho a debatir.
Yo fui el que se equivocó siempre.
Siempre ciego.
No sé qué hacer en medio de la noche constelada.
No tengo paradero. No sé quién soy.

No puedes sin embargo, negarme,
Karla mía,
que tú igual que yo
has sentido una libélula de oro
comerte el alma con desesperación terrible
como la muerte o como un trueno.

Ese gusano que te devora,
cuando sabes que no sabrás nunca
en qué mesa comerá aquél
o con quién.
Quién se acercará a ti después de él,
y por qué razón.
Por qué razón te amarán otros.

No saber dónde parará su carrera loca,
cuándo se tenderá para mirar la noche
o dónde caerá su lágrima cuando su madre muera.

Y enloquecer tú también
porque no lo sabrás nunca.

Nunca sentirás el fluyo de su sangre
ni le rozarás un poco el hombro.

Porque no volverás a prepararle café,
no lo despertarás si se hace tarde,
no envejecerán juntos,
ni lo verás morir.

miércoles, 15 de julio de 2009

Ayer te volví a ver después de tantos días.
Partías el aire con un suspiro
y traías sobre tu piel
todo el sol de esas tierras que no conozco.

Leías un libro que yo te presté
y que amé como a una hermana.

Me diste los buenos días con una indiferencia innecesaria.

Descubrí, para mi asombro,
que todavía hay en mí una espina
olvida sobre la estera en que me tiendo.

¿Amor,
leerás alguna vez Dafnis y Cloe?
¿Querelle?
¿Madame Bovary, siquiera?

No te diste cuenta, pero ambos leíamos.
Tú en el libro y yo en tus labios.
Adivinaba la página,
repetía los diálogos,
quería saberlo todo.
Todo, Amor,
lo que el libro te decía.
Tu pensamiento virgen...

No cabe duda,
el amor y la belleza
son siempre misterios que perturban.

martes, 14 de julio de 2009

A veces he deseado
que un huracán de fuego
recorra el mundo en una noche.
No despertar a esta bruma movediza,
este pantano donde ahogar palomas.

Mira.
La felicidad es una chispa.

Nada me ata a ti.
Pero te busco y te llamo entre los cardos:
volver a ti, a tu llama helada.
Tu canto agreste, tu calcinada herida.

Es como amarrarse al mástil más macizo
deseando que zozobre el barco,
haciendo del mar apaciguado una tumba o un légamo sinuoso.

A veces le rezo a Dios como si estuviera enloquecido
o a punto de morirme.

Otras veces he deseado tu muerte,
o por lo menos,
oh, concesión divina,
que ames a alguien más con la misma fuerza de mi amor caído.