sábado, 31 de enero de 2009

Poema. Los amantes finales. I


No quisiera irme.
Detenerme aquí, hasta perder el horizonte de mis viajes.

Dedicarme como sacerdote a tu adoración
y encender cada tarde tu centenar de velas;
llenarte los hombros y los muslos de oro.

Jamás partir de ningún lado, nunca irme…
Y sin embargo, como tordo de la ventana,
¿de mí, qué se aleja?
Porque después de ti, ¿qué me aguarda?
¿Debajo de esta escalera, detrás de la puerta,
donde camina la mujer con el niño en brazos
y regresa el obrero cargando una sombra sobre la espalda?

Allá parece que todo se queda,
allá donde el gato se acicala y se enerva
y las mujeres encanecidas, encerradas en sus rebozos de encaje,
se adormecen o musitan;
compran ramilletes de hierbas olorosas.
O vienen desde lejos,
de puertos sureños donde las besó el amor cuando eran jóvenes.

Todavía arrastran la ese
cuando hablan de aquéllos,
y en sueños, todavía los desean.

Tú me miras mirando tanta vida,
triste como un desfiladero.
Y sé que para ti el mañana es un desfiladero,
una playa con huellas que se harán sin nosotros.

No quisiera irme.

Abandonar tu sangre
en hervidero tierno, tenebroso.
Quisiera recostar mi peso sobre tu pecho
y oír la roca que se creía perdida.

Pero estás tú sin el mundo
y no es mundo sino su fantasma.

jueves, 8 de enero de 2009

Días animales. Presentación del libro de Denisse Buendía.


Esta es una presentación que escribimos a dos manos el maestrazo Félix Vergara y su servidor. Denisse es buena poeta, merece alguna lectura.


Días animales, de Denisse Buendía

FÉLIX VERGARA. Hubo una vez un rojo paraíso donde nada era cierto y el deseo se dejaba sujetar por hombres y mujeres incrédulos, aquellos que sepultaron rezos esperando que las piedras florecieran en forma de cangrejos que soñaban con escaleras. La luna era como el sol, una boca anhelante, sin memoria, que germinaba cuando sus anillos reverberaban entre velos opacos, ¿qué viene después de la fábula...?
Ocurrió que los espacios se volvieron grises y para existir fue preciso adelantarse, escurrirse como esqueleto que se desvanece frente al cielo que lo quema. Las sílabas fueron constelaciones, nada estaba dicho, nada era cierto y sin embargo la posesión del mito violentó la boca y sacudió las manos, hasta que cayeron los deseos como animales ciegos que buscaban destruir el azar, y hubo que cantar mientras la casa se derrumbaba, fue imprescindible dejar un testimonio, no conformarse con dibujar escaleras que no llevan a ninguna parte…
Alguien me arrojó del paraíso, […] Huelo un ejército de cucarachas ,/ carcomiéndome el deseo, […] Me asusta / que mis letras exploten / cuando el silencio gire la llave y encienda la luz. / El vacío es la escritura, escuchar la escritura conduce al abismo, y la invención, inspiración, instigación, dimensión del obstáculo, hoguera partida, paraíso de nuevo, otra vez los espacios grises y rojos que taladran el color de su letra proclaman: Escribo como castigo, / reconociendo la adicción a mutilarme. […] Exploto, / me rompo, / aprieto el gatillo…/
La escritura constituye la evocación, la apuesta por el recuerdo se adhiere a la boca y la escritura a la página. Una mujer que quiere ser escritura lo confirma: Esta mujer de memoria despoblada/ sin tinta,/ sin serpientes ni escaleras,/ desterrada del aire. Y advierte: Soy de las que matan,/ y lo olvidan, […] Y acostumbro amar,/ sólo,/ en defensa propia./ Sin embargo, la escritura cobra vida siendo una y múltiples pérdidas donde la pasión deletrea el objeto al que aspira: Para llorarme,/ es necesario olvidar mi voz todas las noches,/ sin tocar el nombre de aquellos que mueren/ por la boca./ ¿Qué hay después de la fábula?

AFHIT HERNÁNDEZ. ¿Y qué hay antes? Sólo días animales. Un mar de soledad donde sólo existe ella. Como Eva, como Litith, bellísima, entregándose a todos los demonios que se encuentran esperando en las afueras del paraíso terrenal.
Todo amor es una expulsión. Todo deseo es la expulsión del paraíso. Y no nos queda más que preguntarnos ¿por qué? ¿Desde dónde proviene este arrebato? ¿Qué gritan los amantes que se ahogan en el centro de nuestro corazón? Señor, ¿qué fuego los consume? ¿Quién soy yo?
Soy yo, / sin vos, / con el corazón atorado, / en un cementerio marino, / de lunas rotas/ Yo soy / sin voz / un escarabajo amarillo / sudando delirio. / Con un olvido de lirios/ acompañándome.
Soy yo, Denisse, también perdiendo la forma en el lenguaje. Viendo derrumbarse mi casa en una nube de silencio. Somos nosotros, Denisse, igual que tú, hombres débiles amamantándonos de muerte. Con un fruto distinto entre las piernas, pero con el mismo fuego recorriendo entre los dendros de las venas. Igual que tú, desnudos.
¿De qué sirve encontrarnos? Pues ese es un saber oscuro. Te atreviste, mujer, a buscarte. Y te enfrentaste a ese espejo negro.
Comenzó a tejer su nombre en una noche cero / maniática y rota comenzó a deletrearse, / a hornear pan para demonios, / a bordarle pasos a los duendes, / y hacer rituales de sal para las brujas. / Una mujer capaz de contener el llanto, / de caminar descalza, / de quemarse la boca, / de arrastrarse como un animal que pide un abrazo fuerte./
Puede irse desnuda a donde nadie ha ido… /
Y ¿quiénes somos en realidad? Maestro, conteste, ¿somos acaso aquellos que ya no somos?
Denisse se encuentra y se desencuentra, se olvida y se transforma en sí misma. Es bruja y es hada. Y sobre todas las cosas, es palabra. Es palabra antes siquiera de ser palabra misma. No hay en su poesía un entramado teórico que justifique la caída. Ni nihilismo, ni racionalismo ni psicoanálisis ni Gestal. ¿Qué importancia tiene todo eso?
Por eso es palabra antes que la palabra. Ese momento donde lo que importa es eso mismo y no otra cosa. Es ese momento mítico en que el tiempo se vuelve transcurrido y nos enfrentamos a esos seres que ya no somos y que seguimos siendo. Es pues el tiempo natural, los días animales.
Sé por la vida,
Que en la lengua de la muerte
Nacen los besos del mundo
Y que de memoria también se llora, cuando los sueños se fracturan.

Yo sé que en cada dedo habita un corazón despostillado
Y que cada mañana me parezco más a los acentos de mi nombre.
Y sé, porque así lo he decidido,
Que soy la extensión de la nostalgia.
Por eso escribo.

Y por eso escribo yo también, Denisse. Por eso también hay tanto fuego que todo lo quema en la palabra. Por eso hay tanto ardor y deseo, porque eso somos, Señor, y eso y todas las cosas: días animales que se enredan en nuestra carne y se vuelven carne o hueso.
O Acaso ¿no es lo mismo Adán que manco?
¿Ceguera que Eva?
¿Olvido que silencio?

Acaso ¿el amor, no se nos rompe en la boca?
Acaso ¿no es el asombro un balcón deshabitado?
¿Y llorar?, ¿no es tener entre las manos la cabeza de Dios?

Sí, Denisse, es todo eso. Y ¿qué es la vida si no un átomo? ¿Qué es la muerte si no un pájaro entre nuestra sangre?, La pregunta lapida y nos envuelve. Y otra vez renace la palabra.
La felicidad es siempre un momento que se ha ido. Pero para eso tenemos la poesía. Creemos falsamente que algo nos devuelve; que de algo nos salva. Creo que hay esa convicción entre tus versos. Pero siempre está esa otra sombra que todo lo cubre. Esa verdad que es tan terrible que queremos que sea pasajera y es eterna: Nada es para siempre y la poesía no nos salva de nada.

FÉLIX VERGARA. Cualquier cosa que hayamos sido, cualquier cosa que seamos tendrá que sobrevenir de manera implacable. Quizá seamos, escribe Denisse, como esos “que mueren por la boca”; con toda seguridad, esta ambición de saciar ciertos inconvenientes como la inconformidad, la amargura, el remordimiento o todo lo que tiene rasgos de “desventurado” no se explica por sí misma y hay que buscar los modos de expresarla.
Somos implacablemente lo que ya no somos, aquellos que, como dices, se ahogan en el centro sin saber de dónde viene el arrebato.
Cada minuto, te encuentras batallando con la angustia y el deseo se trepa por tus ojos, los ocupa como si fuera un parásito carcomido por el ansia: deseo, angustia, ansia, así, en conjunto, como si se tratara de una conspiración. Cada día que transcurre es, por tanto, una conspiración contra la que estás desarmado; por este motivo, el refugio más reconfortable y simultáneamente el más despiadado es el de la fantasía. Debajo de la cama hay duendes, brujas y cabezas degolladas que piden compasión; hablas de tus pesadillas con goce, sabes que es momento de soltar a todas esas bestias, que ellas saben hacia dónde dirigirse.
Hay arañas y bufones debajo de mi cama / y el alma parece animal herido, / arrepentido…/ La fábula concede amparo a la pesadilla: Me dije: para estrangularte… / Te dije: hay que tener dedos de hada. / Voy a contarte una historia en primera persona y dormida. / […] Amé a esa mujer eterna desde el cielo hasta el olvido, / amé sus pesadillas y aprendí a cazar las brujas / que dormían bajo su cama. /
Antes de la fábula, en los días animales que Denisse apresa con la intención de también poder conspirar, en el fondo del espejo negro que ha enfrentado, parece haber una conciliación entre la pesadilla y la fantasía. Quizá por ello, en su poesía hay un aliento mítico reforzado por un aliento místico. Sí, es un saber oscuro el encontrarse. O acaso, un encuentro que quisiéramos precisar. Me parece que el plano de su búsqueda se tiende sobre estos horizontes, aunque el infierno, ese significante que ella también hace íntimo, rodea la atmósfera del edén con significados de carácter casi onírico: Yo ya conocía a los monstruos que lloran/ por no tener espalda, / mas no sabía que el infierno se llamaba mío.
En otro lado, el amor erótico se revela a través de significantes y tonos vinculados con la tradición cristiana: Santo patrón de mi vientre, / santo eclipse de todos mis días. / No obstante, el acento erótico en muchas imágenes funciona al margen de esta premisa. Enroscada en tu sexo, / me vuelvo de sal, / como la bruja que olvidó su escoba. /
Pero ese amor que es un infierno, el edén posible gracias a la fantasía, cobra forma en la pesadilla de lo real que, no hay otra alternativa, es libremente asumido: Algo me quema desde el infierno ventral,/ hasta el vientre infierno,/ y me llevan las cenizas a un puerto sin voz,/ a aullarme en otra pena./ Me volví loca con mi consentimiento, / y fui dejando las heridas, / en un mar que no me pertenece… /
A veces, en esta relación entre lo erótico y lo divino, este último no encuentra forma, y si la encuentra, trae consigo el olvido: Hay esqueletos de agua / junto al Dios del frío, / besos moribundos en la palma de un olvido. A veces, en esta relación entre el amor y su maligna consumación, el mar de soledad, el espejo y el silencio, es el tiempo quien azota el rostro en sus días animales: Mudos triángulos silabean el agua, / y la culpa de Eva en mis animales solos. […]Yo nací en días animales,/ aprendí a dormir silencios… […] Días… / Donde la línea del olvido/ suele morderle la memoria al diablo./
El pasmo frente al tiempo se simboliza en la mirada que el tiempo amenaza con destruir, la angustia intima con la nostalgia. Existe una hora acurrucada en mis ojos, / temblando de tiempo, / cuando descubre que todos los relojes la rechazan, / la golpean, / le gritan cosas espantosas. […] Hay un tiempo en mi tiempo, / donde mis ojos me abandonan. / Es para volverme noche, que me desnudo. /
Y la mujer escritura se desnuda para el carnaval de la ignominia, la bruja que cicatriza en su boca las caricias del amor… Hubo una vez un infierno donde todo había sido dicho y el tiempo, como un sueño sin cuartel, mantuvo los ojos abiertos y nos dio la espalda. Nada es para siempre y la poesía no nos salva de nada.

lunes, 5 de enero de 2009

Felicitación navideña y de año nuevo.


No puedo evitarlo. Les deseo feliz navidad y año nuevo a todos. Mandé una ridícula felicitación por mail y no esperaba la respuesta de ello, pero muchos, muchos me contestaron de manera personal y me llenó el corazón de gozo. Incluyendo una carta de una gran poeta mexicana. Verla, abrirla, leerla. Sentir cómo se llena el pecho de una tibieza extraña.

No puedo hacer que sientan lo mismo, pero puedo intentarlo.

Los quiero. Neta...

Afhit.

jueves, 1 de enero de 2009

Poema de Rosana Acquaroni




CUANDO TODO SE MECE...
Es horrible ser dos inútilmente.
Antonio Gamoneda

Cuando todo se mece sobre el párpado abierto de la noche
y se oyen las pisadas de los últimos porteadores de sueños que se alejan,
cuando la luz ya es término arterial
que la memoria traza desde dentro
y oímos germinar sin acritud
del talar de la sangre
bajo el peso de un labio,
ella se enciende sola.
Mi lámpara rebelde
arde como áspera piel de las sirenas,
disemina palabras
que son naipes sin luz
sobre la hierba.
Las bautiza
las hunde
en las diademas de la noche.
Es horrible ser dos inútilmente
y por eso la dejo gozar de mi tristeza,
nadar contracorriente
en la crecida de otra voz que no alumbra la ceguera
y se enciende
tal vez
más allá de nosotros.

De "Lámparas de arena" 2000