miércoles, 10 de diciembre de 2008

Elegía a Susana Crelis.




Partes incomprensible en tu ternura.

Sobre tu espalda cae el sereno peso del vestido.
Doblas la esquina de la escalera y el vuelco del corazón me confirió la verdad irrefutable.
Aquélla que no se dice con palabras.

Esa mañana no fumamos en la espera.
No nos fumamos aquel cigarro moreno y bruto como un muchacho de la llanura o de la costa.
Estabas ya tan triste y tan serena,
que verte a los ojos era hermoso como decir adiós desde un barco.
“Y así es, che. Qué le vamos hacer”, dijiste.
Yo maldije desde otra boca que no era la mía.
La soledad en que me dejas
es un laberinto en el país de los jazmines.

Y luego tu voz,
desde lo gris del teléfono.
“Sólo quisiera que fuera tan de pronto”, dijiste.
“Sin dolores ni pesadillas”.

Laura me dice que ya no eras tú la de la cama.
tu inteligencia se dormía en un lagar profundo,
como Nietzsche,
como el filósofo perdido en las calles de Turín.

Y la espera.
Y su llegada.
Tan milagroso el día, era un céfiro que todo lo ilumina incontenible.
En un círculo de vacío, cayó el corazón despeñado.

Recuerdo que hacia el tiempo más parcial.
No estoy seguro de quién llamó para avisarme -fatal heraldo de tu muerte-.
Conduje de Tlaquiltenango hasta Cuernavaca con el cuerpo ausente en los espasmos.
Caído el peso en los pedales inconcientes.
Y los árboles, el cielo,
los cierzos floridos que crecen a orillas de la carretera,
tomaron todos tu forma que se expande.

No sé cómo explicarlo, pero vi tu vida disuelta entre la vida.
Comprendí de pronto y para siempre,
cómo somos todos,
Cómo es todo.
Cómo tumba el rayo de la muerte
y señorea sus aposentos llenos de concubinas hermosas.
Comprendí por qué cayó la Hipatia derramada
en las manos de sus violadores cristianos.
Por qué emascularon a Abelardo
tan alejado de Eloísa.
Comprendí cómo se vive en una vida sin vida amalgamada.

Pero, ¿qué es la vida sin la vida?
¿Qué somos nosotros?
Juguetes de los dioses.
Nada frente a la nada indiferente.
El tiempo es un río que todo se lo lleva.
Deslava hasta las piedras más filosas.
Hasta los dioses caen
mueren,
macilentos entre sus alas iridiscentes.

Llegaron los amigos,
las flores blancas cubriendo el féretro impecable.

Y después, tanta noche,
tanta noche para nuestros cuerpos agotados.
Cuando encendieron el horno apreté el brazo de la otra Ofelia.
La otra porque somos otros en orfandad mendicante.
Y si se cierran los ojos por el peso de los párpados,
pudimos ver tu cuerpo envuelto en llamas,
tan puro, tan distante, que nada lo toca.

Que este sea un canto mineral y bello.
Quizá nombrar aquello que amaste.
La poesía,
las letras tendidas como palomas negras en un campo de silencios.
Tantos libros con sus tantas páginas florecidas.
El piano y el amor.

O el cine,
el cine, Susana, el cine.
Esa escena de Visconti donde un anciano persigue a su amor por los puentes decorados
de una Venecia donde flota en el aire una epidemia.
La muerte en Venecia, la muerte.
Tommas Mann enamorado de un adolescente.

Y los adolescentes, Susana, los adolescentes,
Hermosos, dulces,
recargados en columnas.
Pintándose flores y palomas en el cuello.
Después con besos se los borran o los sellan para siempre.
Adolescente que se graban una leyenda en la palma de la mano.
Aquéllos que todavía pelean por una frase
o por una chica de tenis color de fresa.

Verlos perderse entre los árboles del bosque.
Olvidarnos de nuestra edad, sólo instante, y ser ellos,
ser tú perdidos entre la muerte
pues la muerte y la vida son la misma cosa.
Y no hay palabra para tal unidad,
sino el amor.
Y te amamos, aunque seas un lirio envuelto en un légamo desconocido.

Ahora todo es claro.
Este momento es tan bello como recordar tu gesto
que se bifurcaba cuando hablabas de Cioran
o de tus nietecitos rubios.

Ahora todo tiene nombre.

Aprendí de ti a luchar por la belleza aunque ello me valga la sangre.
Aunque los otros griten odio, y haya intolerancia y cerrazón.

Sí, lo sé,
todo sigue su curso,
pero nada es en vano,
mucho menos el amor,
mucho menos la muerte.


Afhit Hernández. Publicado en el diario de Tlaxcala. Diciembre 2007.

6 comentarios:

Alma Karla dijo...

Volví a llorar. No me equivoco si pienso que hasta ahora este es tu mejor poema.


Muchos abrazos.

Afhit Hernández dijo...

Karla, te agradezco tus palabras. Sinceramente creo que poco importa si es o no mi mejor poema. Es el amor que vertí en él lo verdaderamente importante. Sin duda, tú eres unas de las personas a las que deberé dedicarle un poema. Y esta vez no pienso esperar hasta que llegue la muerte.

Mirache dijo...

que buen homenaje a Susana... para mi que fue una gran amiga, la vi desfilar en cada verso, y como a karla me sacaste las lagrimas

un fuerte abrazo, y les comunico que ya estan invitados a escribir al blog Camagua, ya les envié invitacion

saludos

Unknown dijo...

¡Qué tal, Afhit! ¡Por los medios por los que se anda uno hallando con los cuates!

Totalmente fuera de tono (¿podría ser de otra manera?) con tu "post" (esto de los neologismos no me acaba de caer) me aviento a hacer... ¿qué podrá ser? Me imagino que una peculiar remembranza...

Recuerdo que una vez el Maldito me enseñó la hoja membretada que tenía su tío para hacer sus presupuestos... ¿alguna vez viste cuál era su logotipo? ¡Era un león alado!

Qué cosas, ¿no crees?

Saludos y que te la pases chido

Afhit Hernández dijo...

Álex, qué gusto verte por acá. Y claro, todo esto es remenbranza. ¿Qué más? Siempre vivimos de lo que fue.

Seguimos en contacto.
Un abrazo.

Unknown dijo...

Una remembranza...

Creo que toda la vida vivimos de recuerdos... No, eso es lo que yo hago y no sé si los demás también. Eso me hace preguntarme... ¿no estará todo ya hecho? ¿Qué más da el antes y el después?

Bueno, por adelantado te pido (y me pido) disculpas si no te escribo tanto como yo quisiera, pero voy a tardar un buen rato con muy poco tiempo libre y con muy poco acceso al interné.

Sale, espero verte un día de éstos...