jueves, 19 de febrero de 2009

Ibán


Mi padre es un ser extraño hecho de mi carne.
El tuyo, Ibán, latió como en un rayo.
“Un solo hombre amé en mi vida”
parecen decir tus poemas,
tus cuentos, tu rostro mismo.

Tú lees poesía como buscando un origen,
otro padre, otra infancia grata;
buscando ese lugar hermoso
que perdimos como un amante que se muriera en nuestros brazos.

¿De dónde provienen los poemas?
De ese mismo hoyo negro,
de ese misterio nunca dicho,
ahí donde van todas nuestras energías desperdigadas,
discontinuas,
como Schopenhauer necio
dando clases a dos o tres en la aulas de Berlín.

Quizá, por eso, Ibán,
nos sentamos en las banquetas al borde de la madrugada,
en alguna calle, aquí o allá,
y nos emborrachamos sin remedio.

Queriendo recuperar el chiquillo moreno que se nos escapó,
hablamos hasta muy tarde sobre el león y la virgen,
leemos, oímos música muy vieja…
A mí me vence el sueño siempre
-te me imaginas un niño-
me dijiste un día – que se duerme en cualquier lado.

Y parece que cuando hablas de lo que amas
no eres tú en ti mismo,
la poesía y el amor te vuelven otro.

Y otra vez más nos ahogábamos la vida en la cerveza,
reíamos por nada,
yo me caía de borracho,
y no importaba cuánto vomitara en los lavabos blancos,
siempre quedaba dentro de mí
ese negro hueco envenado.

Después te dejábamos en la cocina,
con la mirada baja,
el corazón en una mano,
y quizás pensando en tu padre,
en ese poema que todavía no le has escrito.

1 comentario:

Ibán de León dijo...

Hacía rato que no me aparecía por aquí, mi estimado Afhit. No me queda sino agradecerte el gesto generoso de considerarme entre tus personas queridas. Un abrazo.