
Y vuelvo otra vez a Ofelia,
porque esa es la suerte a la que nos encadenan los encuentros.
Porque nada nos ataba a este mundo seco,
nada nos ataba el uno al otro,
y aún así permanecimos juntos.
En la televisión iridiscente
pasan hoy una película de tantas que le gustan.
Esa donde un par de drogadictos oyen a Janis Joplin
mientras viajan a las Vegas en un convertible blanco.
Maybe
Whoa if I could pray, and I try dear
You might come back home - home to me.
Por qué pensar en ti, justo ahora.
Sí, siempre vuelvo a Ofelia,
a recordarle que mi espalda está allí para su abrazo.
Jim Morrison nos canta sordo.
Escucha.
Esa escena donde uno de los drogadictos
se tiende en una tina macilenta,
oyendo a Jefferson Airplaine.
Mira.
Le pide al otro que le asista en su muerte.
Quiere morir justo cuando la última nota de esa canción se extinga.
El radiotransmisor dentro de la tina.
Y sufro una epifanía tiernísima.
Todas esas canciones,
esos difuntos que nos cantas desde aparatos entibiados,
todos los tangos del mundo,
el alcohol y el rock antiguo
todo eso es aquello que nos une.
Oímos esas canciones
porque los dos,
tú y yo,
igual que los parias de la película,
buscamos la canción exacta con la cual morirnos.
porque esa es la suerte a la que nos encadenan los encuentros.
Porque nada nos ataba a este mundo seco,
nada nos ataba el uno al otro,
y aún así permanecimos juntos.
En la televisión iridiscente
pasan hoy una película de tantas que le gustan.
Esa donde un par de drogadictos oyen a Janis Joplin
mientras viajan a las Vegas en un convertible blanco.
Maybe
Whoa if I could pray, and I try dear
You might come back home - home to me.
Por qué pensar en ti, justo ahora.
Sí, siempre vuelvo a Ofelia,
a recordarle que mi espalda está allí para su abrazo.
Jim Morrison nos canta sordo.
Escucha.
Esa escena donde uno de los drogadictos
se tiende en una tina macilenta,
oyendo a Jefferson Airplaine.
Mira.
Le pide al otro que le asista en su muerte.
Quiere morir justo cuando la última nota de esa canción se extinga.
El radiotransmisor dentro de la tina.
Y sufro una epifanía tiernísima.
Todas esas canciones,
esos difuntos que nos cantas desde aparatos entibiados,
todos los tangos del mundo,
el alcohol y el rock antiguo
todo eso es aquello que nos une.
Oímos esas canciones
porque los dos,
tú y yo,
igual que los parias de la película,
buscamos la canción exacta con la cual morirnos.