martes, 14 de julio de 2009

A veces he deseado
que un huracán de fuego
recorra el mundo en una noche.
No despertar a esta bruma movediza,
este pantano donde ahogar palomas.

Mira.
La felicidad es una chispa.

Nada me ata a ti.
Pero te busco y te llamo entre los cardos:
volver a ti, a tu llama helada.
Tu canto agreste, tu calcinada herida.

Es como amarrarse al mástil más macizo
deseando que zozobre el barco,
haciendo del mar apaciguado una tumba o un légamo sinuoso.

A veces le rezo a Dios como si estuviera enloquecido
o a punto de morirme.

Otras veces he deseado tu muerte,
o por lo menos,
oh, concesión divina,
que ames a alguien más con la misma fuerza de mi amor caído.

1 comentario:

Sergio David Lara Castañeda dijo...

"A veces le rezo a Dios como si estuviera enloquecido
o a punto de morirme."

Maestro: simplemente hermoso.